Editorial: Bonito día este sábado de 2020 un 13 de junio que se antoja soleado y seco. Salgo al balcón a las séis de la mañana y quiere abrirse paso el sol entre las montañas. Llegan al aeropuerto de Mallorca visitantes sin complejos ni miedos, saben que aquí le hemos dado una parada en el culo al coronavirus. El lunes 10.900 alemanes quieren ser acariciados por nuestro excelente clima y sus brisas. Muchas razones para ver la vida con optimismo. Rugen los motores de altos vuelos en los hangares. Sabemos por los portales digitales que los ingleses no llegarán como mínimo hasta el 10 de julio, su pandemia va lenta.

Se lamentan algunos residentes en Porto Cristo porque este fin de semana tendrán la playa cerrada al baño. Resulta que llovió fuerte y llega a la arena mucha agua de lluvia y hasta fecales. Además los barcos cuando comienzan su actividad tampoco ayudan a tener la bahía impecable. Aseguran los más viejos del lugar que siempre ha ocurrido esto y con dos días todo vuelve a la normalidad, que no debemos pasarnos de rigurosos. Las autoridades municipales creen que hay que ser prudentes y sobre todo en estos momentos.

Desde mi balcón se ve a la perfección la iglesia dels Dolors, ese edificio religioso que muchos le dan la categoría de pequeña catedral. Cuantos adornos, manualidades, trabajos de esculturas, largos tiempos dedicados a la estética, siglos de paciencia. Tantos detalles que desvelan que hubo momentos en la humanidad con otro ritmo. Secuencias reposadas para el arte. Todo ha cambiado tanto que desconozco mi especie. No entiendo hacía donde vamos tan corriendo si nuestro último traje no tiene bolsillos.

Sigue el movimiento en la sede de Llevant en Marxa, descargan y cargan camiones y furgonetas sin parar, se han empeñado que a ningún niño le falte su alimento fundamental. Traslados hacía Artà, Felanitx, Sant Llorenç, Sineu, Porto Cristo, barrios de Manacor, donde la demanda sea mayor. Hablo con el presidente de la Cruz Roja, el gran Ballester, me dice que en nuestra comarca hay gente muy solidaria y comprometida. Los voluntarios merecen quitarse el sombrero ante ellos y ellas, que labor desempeñan en silencio y desde el completo anonimato.

Me comentan y me pasan a limpio las cifras de contagios e infecciones entre los agentes de los cuerpos de seguridad en nuestra isla, desde que comenzó el COVID-19, Policía Municipal, Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil, Voluntarios de Protección Civil, Bomberos, etc. Han estado en primera línea en silencio, han pasado cuarentenas e incluso algún susto en la UCI. Hombres y mujeres que tienen claro que deben dar el primer paso. El interés general está por encima de todo. Sin complejos. No protestan. Ningún protagonismo. Mi aplauso. Os queremos, os necesitamos, seguir así.

Son las 7 de la mañana, recibo el primer mensaje. Me ponen en la pista de mi primera noticia. Sigo de guardia permanente desde que comenzó el Estado de Alarma, cuando termine el próximo domingo 21 de junio será el momento de la normalidad y las editoriales diarias pasarán a ser cuando toque como antes, en caso de querer decir algo un poco especial. Todos necesitamos desahogarnos, dar rienda suelta a los sentimientos. Cercanía. Es la esencia del alma y como dice el sabio de Perfecto Acosta en esa frase magistral, cada día es una vida entera.

Tomando la senda de aprovechar cada jornada, vuelvo al principio de mi plática (supongo que ahí fuera hay quienes me escuchan y asentimos parecido). Abracemos con fuerza los momentos, sin timidez, ni retrasos, bebamos la vida en pequeños sorbos pero saciando la sed. Mañana no existe, el momento continuo es ese destino caprichoso que nos da la mano. Huele a café, el cielo es transparente. Muchos por el mundo trabajan medio año para tener cerca unas horas lo que nosotros tocamos con las manos cada día. No malgastes tu destino, existir es maravilloso. Rafael Gabaldón San Miguel.